La foto de Geroca
por Andrés Monroy
por Andrés Monroy
Una tarde en Saltillo, a principios de los ochenta, caminando por la calle General Cepeda rumbo a la plaza San Francisco, me dijo el Apecé: ‑vamos a ver a Geroca.
Había visto sus monos en el periódico pero no lo conocía personalmente. Llegamos a su casa sobre la misma calle, frente a una tienda donde vendían tamales. Muy amigable nos recibió. Lo invitamos a participar en el periódico mensual Reportaje! que apenas estábamos preparando. No declinó la invitación pero nos dijo que andaba muy ocupado porque se iba a vivir a Monterrey.
Una década después iniciábamos la edición de la revista Eureka y fuimos a Monterrey Armando Alanís y yo a visitarlo e invitarlo a participar en el proyecto periodístico. Aceptó.
Ya para entonces tenía una trayectoria muy consolidada como monero del periódico El Norte y como pintor. Con mucha generosidad comenzó a entregarnos los originales de sus cartones a todo color y en blanco y negro.
En ocasiones nos hacía llegar sus dibujos por correo y otras veces pasábamos por ellos.
En esos años Geroca vivía en una casa muy antigua de la calle Jerónimo Treviño en el centro de la ciudad de Monterrey, a dos cuadras de Madero. Dos cuartos, el baño y un patio. El lugar estaba repleto de cuadros. Algunos terminados y otros apenas boceteados. La habitación más grande era su estudio, pero había pinturas por todos lados.
Lo visité varias veces y pudimos entablar una breve amistad. Mi memoria guarda, como siempre, sólo algunos flashazos de esa época, hace 34 años.
Una vez llegué y estaba borrando una de sus pinturas raspando el óleo endurecido.
-Me quedó bien fea- me dijo. -Hay que aprovechar el lienzo.
En ese tiempo comenzó a adelgazar demasiado. Comía muy poco.
-¿Qué desayunaste?, le pregunté otro día.
-Semillas y unas uvas. Fíjate que ya no me da mucha hambre, Monroy. Incluso ya tomo muy poco. Me tomo una o dos cervezas nada más. Yo creo que tengo alma de monje. Ya ni sexo necesito.
Nos reímos.
Le tomaba fotografías de tanto en tanto cuando lo visitaba.
Hoy sólo conservo una.
En ella, Geroca viste una guayabera negra con adornos blancos. Recuerdo que tomó un cráneo que tenía en una mesita y posó con él, sonriendo a la cámara. Creo que nunca la publiqué.
Fotografía de Geroca, tomada por Andrés Monroy
Ilustraciones de Geroca
Cartones de Geroca
Ilustraciones de Geroca
Otro día nos vimos en el Café Nuevo Brasil. Después de una chela le dije que me iba. Quería ver unas exposiciones en el Marco. -Vamos, te acompaño- contestó- hace mucho que no voy.
Entramos muy tranquilos platicando. Pero conforme veíamos las obras noté que se impacientaba. Apuró el paso. Le seguí el ritmo y a los quince minutos ya estábamos otra vez afuera.
-No me gustó. Te hubieras quedado tú. Me aburro muy pronto. Yo admiro a los pintores que dibujan un jarrito con todos sus pequeños detalles- remató.
Otro día fui a visitarlo con el caricaturista Jayme Sifuentes que tenía muchas ganas de conocerlo. Sin embargo como Jayme es muy reservado y Geroca no hablaba mucho, recuerdo que la visita duró muy poco.
Ahora que encontré esa foto de Geroca también estaban en el folder varios cartones originales. Algunos en blanco y negro y otros en color. Hoy los reproduzco con nostalgia.
Gerardo Rodríguez Canales, Geroca, murió el domingo 12 de enero de este año en Saltillo, Coahuila a la edad de 69 años. Es considerado uno de los mejores pintores contemporáneos del norte del país.