Claro de luna
ensayo fotográfico
por Candelaria Magliano
ensayo fotográfico
por Candelaria Magliano
En el claro de la luna
donde quiero ir a jugar,
duerme la Reina Fortuna
que tendrá que madrugar.
Mi guardiana de la suerte,
sueña cercada de flor
que me salvas de la muerte
con fortuna en el amor.
Allí, donde se juntan la tierra y el cielo, asoma un espacio sutil, delgado, improbable y, sin embargo, preciso: el horizonte. En principio se presenta a nuestra mirada como un espacio sin extensión física concreta, escurridizo y fugaz… parecería una nada, una acción poética y ya. Y sin embargo su presencia es clara y contundente ya que nos marca espacios reales y simbólicos, de un lado la tierra sólida y quieta y del otro ese manto etéreo que llamamos cielo.
Si trasladamos esta idea a otras dimensiones constatamos que por doquier estamos rodeados, de posibilidades y confines: claro/oscuro, blanco/negro, vida/muerte…y así podríamos seguir explorando binomios, cada uno con su cielo, su tierra, su límite y su propio horizonte, es decir: con su zona -frontera que permite el tránsito de un espacio al otro.
Por error, curiosidad o destino crucé el horizonte que marcan las horas, traspasé las fronteras claras del día con sus luces y certezas, movimientos, ruidos, y me encontré...
…Sola, solita y sola, todito a media luz y muy quieto. En el silencio pude ver el movimiento suave y constante de las estrellas, el sube y baja de las mareas, el agua besando suave la tierra, velar dolores y ausencias. Explorar el lado oscuro de la luna y el revés de mi corazón.
Sueña, talismán querido,
sueña mi abeja y su edad;
sueña y si, lo he merecido,
sueña mi felicidad.
Vuelvo al día conmovida, anhelante. Ya nada será igual.
Porque –indefectiblemente– todo cambia y se enriquece cuando nos es dada la posibilidad de atravesar esos espacios-frontera que son nuestros propios horizontes.
Claro de luna es un ensayo fotográfico realizado en Córdoba (Argentina) durante los años 2013-2018. Empecé a hacer estas fotografías cuando mi segundo hijo tenía meses…o sea en pleno puerperio, que es en sí mismo un período muy particular que exige conjugar el cuidado y la crianza de la prole con las exigencias cotidianas.
Recuerdo que durante el día todo era una especie de atropello de acciones, demandas y actividades casi sin descanso y por las noches… por las noches la vida se aquietaba y las horas ofrecían un respiro para poder procesar tantos cambios y tantas emociones. Así, me levantaba a las dos o tres de la mañana y me sentaba en el patio a mirar la enredadera de la pared. Descubrí que ese rato a solas me resultaba reparador y me servía para pensar, entender. Y empecé a jugar… con las luces, linternas, las sobras, los tiempos largos de exposición. Todas las fotografías son tomas directas. Usé de “escenografía” espacios que para mí eran cotidianos y/o familiares: el patio mi casa, la casa de campo de mi mamá…
Cuando vino la curadora de la muestra a hacer una selección de la obra no podía creer que esas fotos algo surrealistas hubieran sido tomadas en un espacio tan “sin nada” como un pequeño patio interior de un departamento en planta baja.
Estoy firmemente convencida, porque además lo he comprobado en mi experiencia, que la transfiguración del espacio diario en algo diferente se da no por un viaje interestelar a lugares exóticos sino por la conciencia de estar cambiando la mirada, las prioridades, aventurándose a nuevas formas de existencia.
La transformación del entorno y de nosotros mismos sólo es posible cuando aceptamos que los cambios simplemente suceden y son una parte natural y fundamental de nuestra existencia. Y permitimos que nos atraviesen.
Ensayo publicado en Mnemósine, núm. 3, revista con reflexiones acerca de la fotografía y la memoria editada por el Club de Fotografía de Querétaro. Pulsa aquí para ir a la revista