Evanescencia marina
Por Edith Guerrero
Por Edith Guerrero
Evanescencia marina
por Edith Guerrero
Informe del caso 12578
Ciudad de México, 29 de junio del 2018
El día de ayer a las 22:47 horas se recibió una llamada telefónica reportando el extravío de José Ramírez de 56 años. Vigilante del Museo de la Ciudad de México. La denuncia fue realizada por Anselmo Piña, compañero del ausente, quien dijo no haberlo visto desde las ocho de la noche, momento en que se separaron para hacer un rondín de rutina. Además, aseguró haber inspeccionado todo el lugar y que su colega nunca salió del recinto. La investigación fue asignada al detective en guardia Gonzalo Paniagua, quien esa misma noche alrededor de las veintitrés horas se presentó en el antiguo Palacio de los condes de Calimaya.
Durante el cambio de turno de la mañana siguiente, se notó que Paniagua nunca volvió a la estación de policía, por lo que después de varios intentos fallidos de comunicación a su celular, se envió al lugar de los hechos a los oficiales que patrullaban esa zona del Centro. En su informe cuentan que después de casi una hora tocando a la puerta, el oficial Anselmo Piña abrió el inmueble y refirió, de muy mala gana, haberse quedado profundamente dormido la noche anterior y haber despertado hacía unos instantes por el fuerte sonido del aldabón. Como resultado de esta segunda averiguación se halló una grabadora digital sobre el piso del estudio del pintor Joaquín Clausell, un amplio cuarto en la azotea de la casa con las cuatro paredes decoradas por un mosaico compuesto por cientos de retratos y paisajes. La habitación se encontró con las ventanas abiertas de par en par y pequeños charcos de agua sobre la duela. A continuación, se transcribe el audio hallado, al cual se le han hecho algunas adecuaciones porque el original se encuentra plagado de frases confusas e indescifrables. Se cree que la voz corresponde a la del detective Paniagua.
“Por fin, a solas. La cabeza me da vueltas. Este don Anselmo y su aguardiente, además de atontarme con sus tragos, me aturdió con sus historias de fantasmas que, según él, se aparecen por los rincones de este edificio. ¡Patrañas! Para mí que, con tantos años de desvelo, las leyendas del lugar se materializan en su alocado cerebro. ¡Si lo sabré yo! Esto de trabajar de noche y con la habitual compañía de un buen ron siempre trae resultados insospechados. Ahora mismo lo veo todo a cuadros por segundo, y no es para menos. Después de revisar el inmueble, pasamos demasiado tiempo mirando las grabaciones de las cámaras de seguridad y la única pista que obtuve fue al señor José entrando al estudio de Clausell del que nunca se le ve salir.
Esta casa tiene tantas salidas a la calle que parecería fácil que un vigilante, que conozca el inmueble, salga por alguna de ellas sin ser visto por las cámaras, pero ¿con qué propósito? ¿Gastarle una broma a Don Anselmo? Negativo, don Anselmo y yo nos cercioramos de que ningún cerrojo estuviera abierto y, como lo comprobé, es imposible cerrarlos desde el exterior. Cuando le pregunté a Don Anselmo si existe otra manera de salir del Museo, me comentó de un túnel que conducía al Templo de Jesús, pero que fue clausurado hace mucho tiempo.
(Aquí se escucha un bostezo.) Podría quedarme dormido en cualquier momento. ¡Pero si yo ya había dejado la bebida! Mi cabeza es un remolino. Pese a todo, debo mantenerme despierto. Mi comandante me advirtió que este caso debe quedar resuelto hoy mismo. El museo no puede dejar de abrir y yo no puedo quedarme, otra vez, sin trabajo. ¡Claro a él se le hace muy fácil! Como se la pasa muy tranquilo, ahí nomás, sentadito en su escritorio todo el día. En fin, ¡pues a darle! Empezaré por buscar pistas en el que fuera el taller de Clausell. (Se interrumpe la voz por algunos minutos. Se escuchan pasos y quejidos, seguramente la jaqueca de Gonzalo, crujidos metálicos como si se destapara un maletín e instrumentos cayendo sobre la duela. Luego, los ruidos cambian y se asemejan al abrir de los dos ventanales. Quizá Gonzalo los abrió para que entrara más luz. Se ha verificado que esa noche hubo luna llena.)
Al menos con este caso podré alimentar mi afición por los misterios que guarda esta ciudad. La semana pasada leí en un mantel del café La Blanca, que Clausell fue uno de los colaboradores de Savia Moderna, revista que se imprimió en el edificio La Palestina y que a pesar de sus escasos cinco números pasó a la historia por el alma rebelde de los, en aquel entonces, jóvenes que participaron en ella y que se volvieron nombres tan importantes en la historia cultural de México como Alfonso Reyes o el popular Diego Rivera. ¡Cómo me gustaría haber vivido en esa época y conocer a esos personajes con el ideal de combatir la parálisis cultural impuesta por el régimen porfirista! (De nuevo, se escuchan pasos y un ruido que se presume de lluvia. Se confirmó que la madrugada del 29 de junio se desató una lluvia torrencial que no paró hasta el amanecer.)
¡Ay, me siento tan mareado! Y estas paredes tan repletas de imágenes me hacen empeorar. Los cuadros de la pared se mueven acercándose y alejándose de mis ojos. Esa mujer envuelta en la bandera mexicana se cree que no me doy cuenta de que no me quita la vista de encima, al igual que todas esas parejas semidesnudas secreteándose sobre mí. Ese oficial pidiéndome auxilio parece de este tiempo. Es curioso que su uniforme sea idéntico al de Don Anselmo. Y esa versión mexicana del Quijote me hace una seña para que lo siga, desde luego no lo haré. Mejor me concentraré en estos bellos paisajes marinos. Por lo visto a Clausell lo obsesionaron las olas, las veo furiosas por toda la sala. Se ven tan reales que puedo ver el mar meciéndose. La brisa me cae en la cara. El olor a sal entra por mi nariz. Mis pies están llenos de arena y yo con estos zapatos tan inadecuados para la playa. Tal vez si me diera un baño en el mar se me calmaría este dolor de cabeza… (A partir de este momento no vuelve a escucharse ninguna voz. Únicamente retumbos similares a las olas rompiendo sobre la playa, lo cual se determinó imposible, por lo que el sonido fue atribuido a la tormenta colándose por los ventanales.)
Hasta la fecha no se ha localizado a los desaparecidos. El caso continúa abierto.
Los collages fotográficos fueron realizados por la autora.