La casita del colibrí
de Tzunun Mexiac
de Tzunun Mexiac
Las casas de muñecas seguramente son tan antiguas como el juego, aunque también han tenido otros usos. Los primeros registros sobre estas casas provienen del norte de Europa en los siglos XVII y XVIII, aunque existen documentos que dan cuenta de que la Electora de Sajonia dio a sus tres hijas una casa miniatura en 1512. Las casas de muñecas se usaron para que las niñas jugaran, como maquetas arquitectónicas o como elementos decorativos costosos y delicados celosamente guardados en armarios o vitrinas.
Muchas de las casas de colección reflejaban el estilo de vida de sus dueños, e incluso se hacían réplicas a escala de casas verdaderas, naturalmente sin las fachadas para poder observar todos los muebles y ojetos finamente realizados.
La casita del colibrí tiene su propia historia: gran parte de los muebles y objetos fueron juguetes en la infancia de Tzunun Mexiac, así que la escala de éstos fue lo que determinó el tamaño de la casa, aunque también los hay con escalas discordantes o con estilos distintos pero que están ahí porque fueron muy importantes, como los personajes torneados en madera. Otro elemento a destacar son las pinturas miniatura que se observan en casi todos los espacios: se trata de reproducciones de cuadros pintados por sus padres, los artistas plásticos Adolfo Mexiac y Antonieta Castilla.
Podemos decir que esta casa de muñecas tardó en construirse muchos años, contados desde la infancia hasta la edad adulta, y también que sus usos han sido diversos: para jugar, como réplica por las pinturas, y como elemento decorativo construido y conservado con esmero.